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Yo Estuve Ahí, el documental ciudadano de Canal 13

Yo Estuve Ahi, el documental ciudadano de Canal 13
Por Daniel Arellano

Debido a que fue emitido a altas horas de la noche, con bastante atraso de acuerdo al horario original, te presentamos el documental ciudadano de Canal 13 llamado Yo Estuve Ahí. Con esto terminamos esta serie de post dedicados a conmemorar el primer año del terremoto del 27 de febrero de 2010.

PD: En el cuarto video faltan un par de minutos que es la despedida del programa por la periodista Carolina Urrejola. El usuario de Youtube no lo subió por un desfase entre audio y video que presentó el documental.

A un año del 27/02

A un año del 27/02
Por Daniel Arellano

Sumándonos a este día de recuerdo y reflexión, al cumplirse un año del terremoto y maremoto que asoló a la zona centro-sur de nuestro país, los invitamos a visitar nuevamente los post que por esos días escribimos.

Cada uno de los columnistas trató de entregar su visión de esta tragedia, de lo que sucedió después y de la reconstrucción, la cual no ha dejado a muchos conformes hasta el día de hoy. La siguiente es la lista de esos post en orden cronológico.

El Negocio del Buen Samaritano (Ignacio Bahamondes, 16/03/2010)

La reconstrucción ya necesita de apoyo (Verónica Palma, 18/03/2010)

Las lecciones del terremoto (Daniel Arellano, 23/03/2010)

Que no cunda el pánico (pero te cuento que…) (Ignacio Bahamondes, 13/04/2010)

Constitución (Verónica Palma, 15/04/2010)

El Chile donde las instituciones no funcionaron (Verónica Palma, 14/05/2010)

Concepción a dos meses del terremoto (Francisca, columnista invitada. 14/05/2010)

El artículo de La Segunda censurado por el MINSAL (José Manuel Alvarez, periodista Diario La Segunda. 03/02/2011)

Reconstrucción S.A. (Reportaje de Gustavo Sierra para Clarpin de Argentina, 21/02/2011)

Chile 3:34 AM: El Terremoto en Tiempo Real (Daniel Arellano, 26/02/2011)

Chile 3:34 AM: El Terremoto en Tiempo Real

Chile 3:34 AM: El Terremoto en Tiempo Real
Por Daniel Arellano

Para quienes no lo han visto o no tienen TV pagada, aquí está el documental de History Channel «Chile 3:34, El Terremoto en Tiempo Real» estrenado ayer viernes 25.

Segunda Opinión: Reconstrucción S.A.

Reconstrucción S.A.
Por Gustavo Sierra, Periodista Diario El Clarín, Argentina

Introducción: Lo que leeran a continuación es el reportaje aparecido hoy domingo en el diario argentino Clarín, en el cual su enviado especial a Chile muestra, desde su óptica de periodista extranjero, lo que sucede con la reconstrucción de las zonas golpeadas por el fuerte terremoto del 27 de febrero de 2010. El título no es más que la confirmación de que todo se está entregando a la empresa privada, mientras que el rol del Estado es casi nulo. Para leer y reflexionar a pocos días del primer aniversario de la catástrofe.

“Todavía está vivo. El terremoto sigue ahí. Chuta madre, tiembla todos los días. Si ayer crujía la pieza que tenemos como si fuera papel”. Lo cuenta don Guillermo Andrade mientras mira con una tristeza infinita el pedazo de tierra y arena donde estaba su casa frente a la playa de Dichato. “No me hallo en el campamento. Yo soy del mar. Desde los 13 años que anduve en la pesca. ¿Y ahora a los 70 me van a cambiar? ¡A mi no me cambia ni el tsunami!”, sigue Andrade hablando bajito sentado en una parecita que quedó de la casa del vecino. En la única estructura de ladrillos que está en pié se puede leer una enorme y prolija pintada en rojo: “No expropiar. Dichato no se vende”. Es la consigna de rebeldía de la gente de este pueblo de pescadores que la madrugada del 27 de febrero del año pasado fue arrasado por el maremoto que siguió al terremoto de 8,8 grados y se convirtió en el símbolo de la tragedia. Acá había oficialmente 3.488 habitantes y 1.817 casas. También, oficialmente, hubo 26 muertos y 50 desaparecidos. Pero la cifra real aún hoy sigue siendo confusa. El 80% del pueblo quedó destruido y 450 familias permanecen sobreviviendo en un campamento de casitas prefabricadas con la abundante madera de pino y eucalipto de la zona pero sin respuestas reales. “Acá vinieron a querer comprarnos todo por dos peso´, lanza Andrade de golpe. Andaban queriendo dejarnos de allegados en el campamento para siempre. Pero `nosocho´ vamo´ a resistir”, dice y la cara se le ilumina mirando al mar. “Me voy a traer la dos aguas (estructura de madrera y chapas) pa´acá cerca de la playa, que es mío. Me lo dejó mi padre. ¿Cómo voy a vivir ahí arriba en el cerro si yo soy del mar?”.

El campamento El Molino es un verdadero barrio prolijo de calles de tierra anchas, casitas de madera, con una escuela primaria y guardería, al menos tres almacenes, decenas de antenas de televisión satelital, reparto de garrafas y mucha iniciativa privada. Señoras que amasan pan, un tallercito de reparaciones eléctricas, un kiosquito ilegal de bebidas alcohólicas. El lugar lo levantó el Ejército tres semanas después del maremoto y los chicos voluntarios de Un Techo para Chile siguen hoy construyendo. “Esto es una gran contradicción. Por un lado, no estamos en carpas o muriéndonos de hambre y enfermedades, como vemos en otros lugares. Pero por el otro, todo se va estableciendo como definitivo. Nos dicen que nos van a construir un barrio pero no hay nada. Y la verdad es que estamos viviendo de las ayudas que vienen de Noruega o Canadá”, cuenta Mario Bleute, un hombre de origen alemán, ex supervisor de una maderera, que perdió absolutamente todo con el tsunami. “Para mí esto es definitivo. Acá vamos a terminar muriendo de viejos”, se resigna. Otra vecina, María Cecilia Torres, habla de corrupción. “Aquí ha habido mucha sinvergüenzura. Hay muchos que no son `terremoteados´ y que recibieron casas igual. Las tienen cerradas y esperan a que les den el subsidio”. Por la calle polvorienta aparece Graciela Peña con su nieto que fue a buscar a la guardería. “Acá hay mucha depresión. Tenemos miedo cada vez que tiembla. Antes no le daba importancia pero ahora cuando empieza a temblar un poquito salgo arrancando para afuera. No quiero ni pisar la playa, po”, relata con tristeza. Iris, una de las maestras de la escuela dice que al principio los chicos no paraban de contar cómo habían corrido hacia los cerros o cómo la madre lloraba pero que un año más tarde ya no hablan del episodio y que se van acostumbrando al nuevo barrio.

Eufrasia Lozano asegura que la peor parte la están pagando los más viejos. “Tenemos que ir con los tientos a buscar agua por allá. Para ducharnos tenemos que ir a unos baños más lejos. Lo único que tenemos es la luz, gracias Dios”, comenta mientras amasa unos panes con chicharrones y los coloca en un horno de barro que se armó en su pequeña vereda.

El drama de los damnificados es evidente. Pero también es claro que cuentan con una infraestructura muy buena para sobrevivir y que haciendo un recorrido de más de mil kilómetros entre Santiago y Concepción, pasando por Talca, Iloca, Talcahuano, Dichato y Curicó, no se ven escombros. Todo lo que destruyó el terremoto ya fue levantado o demolido. También se repararon los principales puentes, rutas y autopistas. Y el resto está en construcción. A la semana siguiente estoy frente al presidente Sebastián Piñera, que asumió 12 días después del terremoto sucediendo a la socialista Michelle Bachelet. Comienza por poner el terremoto y maremoto en contexto: 521 muertos, 56 desaparecidos, 370.000 viviendas dañadas, 200.000 totalmente destruidas (una de cada diez casas del país sufrió los efectos), 79 hospitales -uno de cada tres-gravemente dañados, cayeron 211 puentes, una de cada tres escuelas quedó destruida, 30.000 millones de dólares en pérdidas. Y de inmediato, Piñera se acomoda su corbata roja siguiendo un extraño protocolo de una sucesión de tics nerviosos que padece desde chico y recita una serie de datos extraordinarios: en 45 días 250.000 niños volvieron a clase, en 60 días se reestableció el sistema de salud, en 90 días se construyeron 80.000 viviendas de emergencia, en ocho meses ya estaba completamente reestablecido el sistema de carreteras y puentes, se entregaron 135.000 subsidios para reparación o adquisición de viviendas, hay 74.000 obras entregadas o en ejecución, a los 120 días el país volvió a crecer y llegó a un robusto 5,2%. “A pesar del terremoto hemos podido cumplir con lo esencial de nuestro programa de gobierno y nos encaminamos a crecer más del 6% en este 2011”, dice con énfasis el presidente ante un grupo de corresponsales. Y lanza nuevamente lo que muchos cuestionan: “Tenemos que mantener el rumbo para ser al final de esta década el primer país latinoamericano en derrotar la pobreza y salir del subdesarrollo”.

En la calle Uno Sur de Talca, la principal en actividad comercial de la ciudad, dicen que todos estos logros no se ven en esta zona. “Acá todo se hizo por iniciativa privada. Y a pura especulación inmobiliaria. Vinieron las grandes empresas de Santiago ofreciendo menos de la mitad de lo que valen estos terrenos y se quedaron con todo. La gente no tenía para resistir”, comenta Patricio Sepúlveda, que tiene una pequeña ferretería que logró conservar. Jaime Aguilera, que vivió muchos años en la Argentina y mantiene un pequeño bar en la esquina siguiente, dice algo parecido: “Hay un tipo de acá de Talca que se quedó con la mitad del centro de la ciudad. Está construyendo edificios de tres o cuatro pisos con locales abajo con subsidios del Estado. La plata llegó directamente a manos de unos pocos privilegiados”.

Todo esto condice con la estrategia del gobierno de entregar la reconstrucción a una serie de empresas sin que esos contratos pasen por una licitación abierta o tengan la aprobación del congreso nacional o los concejos municipales. El alcalde de Talca, Juan Castro, anunció directamente que el Plan de Reconstrucción Estratégica estará en manos de la Inmobiliaria del Bosque, del grupo Hurtado Vicuña. Los trabajos de la ciudad de Constitución fueron para la empresa Celco-Arauco y los de Talcahuano a Concesud. El prestigioso Centro de Investigación e Información Periodística, CIPER, dio a conocer que del consorcio que trabaja en Constitución participa la empresa Elemental, cuyos socios fundadores son Pablo Allard, hoy encargado de la reconstrucción del Ministerio de Vivienda, y Andrés Iaocobelli, subsecretario de Vivienda.

En La Moneda, junto al presidente Piñera se encuentra la ministra de Vivienda Magdalena Matte. A ella le dirigí la pregunta sobre esta situación: “Todo lo que he encontrado en materia de irregularidades lo he entregado a la justicia. Después de un gran terremoto puede haber interés de empresas a comprar a privados. Pero nosotros no intervenimos en ese terreno. Como Estado tenemos que ocuparnos de las familias vulnerables. Los negocios entre privados son privados y ahí nosotros no podemos intervenir”.

No hubo tiempo de repreguntar. Pero algún otro indicio es posible encontrarlo en la acción directa del gobierno. Un mes después del terremoto se asignaron 8.000 millones de pesos chilenos (17 millones de dólares) para el plan de reconstrucción “Manos a la obra”, del que serían proveedores directos las grandes cadenas de materiales para la construcción: Homecenter-Sodimac, Easy y Construmart. La propietaria de Easy es Cencosud, donde el ministro de Minería y héroe del rescate de los 33 mineros de Copiapó, Laurance Golborne, fue gerente corporativo hasta entrar al gobierno. Y la empresa madre de Sodimac es Dersa, donde el canciller Alfredo Moreno era vicepresidente y accionista con una inversión personal de más de 5.000 millones de pesos chilenos.

“Acá se instaló la lógica de que el problema de la reconstrucción lo iban a resolver los privados, y a la vez, que todo iba a ser un buen negocio. La privatización de la reconstrucción ha sido parte del diseño del gobierno”, explica el presidente del Partido Socialista de Chile, el diputado Osvaldo Andrade, en su oficina de la calle París de Santiago. “Que haya empresas que estaban hasta hace días en manos de gente que ahora está en el gobierno y que se hicieron cargo de la reconstrucción no constituye para ellos una incomodidad sino que hasta les parece gracioso”, se entusiasma este hombre barbudo cuyo partido fue el eje de la Concertación que gobernó Chile en los 20 años anteriores.

Una funcionaria de un organismo internacional que sigue muy de cerca esta reconstrucción tiene una visión mucho más pragmática: “Fíjate que acá se hizo con empresas amigas pero se hizo. En Haití, con toda la ayuda internacional, no se logró nada. Todavía están todos los escombros en la calle y la gente sobreviviendo en condiciones extremas”.

En la sede de la Democracia Cristiana no hay nadie para comentar nada. Se fueron todos de vacaciones hasta fin de mes. El que me recibe en su departamento del barrio de Providencia es un altísimo funcionario del gobierno de Ricardo Lagos, y que prefiere que no se lo nombre porque “no quiero aparecer criticando al presidente fuera del país”. Pero tiene un argumento que dice que fue expuesto directamente a Piñera sin que hubiera una réplica muy lógica: “si la reconstrucción cuesta 8.500 millones y hemos financiado 3.500, los otros cinco mil salen del presupuesto y por lo tanto lo pagan los sectores pobres y medios del país”.

En Concepción, la ciudad más afectada por el terremoto, aún están muy marcadas las huellas de lo sucedido. Cuando llegamos a la dirección del hotel que teníamos reservado sólo había una obra en construcción. La entrada ahora está por la calle lateral. Toda el ala principal de cuatro pisos quedó hecha escombros el 27/F. Enfrente, por la avenida O´Higgins, sigue en pie pero muy golpeado un edificio de oficinas de 20 pisos. Todavía tiene el cartel promocionando la venta. Hay cuatro pisos caídos uno encima del otro y la terraza está desbalanceada hacia un costado. Pero el símbolo de la tragedia es el emblemático edificio Alto Río de la avenida Hermanos Carrera, frente a las vías del tren y con la vista del río Bío Bío al fondo. Cayó de espalda. Catorce pisos quebrados en dos que dejan ver uno de esos típicos edificios modernos de ambientes muy pequeños y materiales baratos. Murieron apenas 8 personas y 79 fueron rescatadas. Hoy es una atracción turística. Cientos de personas llegan acá cada día para ver “con nuestros propios ojos” lo que hizo el terremoto. Jaime Lizama, un jubilado de 70 años, llegó desde Santiago: “Esto es consecuencia de la corrupción ¿Cómo es posible que hayan podido construir un edificio que no aguanta terremotos en una zona sísmica? Si no hay un castigo ejemplar a los que lo hicieron no van a escarmentar”, dice con lágrimas en los ojos. El Alto Río no se pudo demoler aún por no estar claro el pago de las indemnizaciones y no contar con los permisos para las explosiones en medio de la ciudad. Recién la semana pasada pudieron entrar los dueños a ver si conseguían rescatar algunas de sus pertenencias. Ricardo Chandía y Karen Gollé, novios de 26 y 23 años, estuvieron allí. “Sacamos poco y nada. Fue más la impresión de regresar al lugar donde sobrevivimos de milagro que lo que encontramos”, dijeron estos chicos que esa noche a las 3:34 de la madrugada se despertaron en el medio de un sismo y un momento después volaban traspasando la pared de la cocina y el baño.

Y esta reconstrucción, que contiene aristas tan exitosas como la de tener la mayoría de la infraestructura pública reparada en menos de un año, tiene otras muy desalentadoras. Antes de dejar Concepción, la radio Bío-Bío informa que la empresa constructora con mayor cantidad de edificios dañados en el terremoto ahora se adjudicó la licitación para estabilizar y mitigar el riesgo de las demoliciones en cinco torres colapsadas. El ministerio de Obras Públicas le entregará más de un millón y medio de dólares a la empresa JCE S.A. para realizar los trabajos. La licitación fue directa y no pasó por el sistema de ChileCompra como lo estipula la ley.

En el puerto de Talcahuano está la base de la Marina que dio un primer aviso de Tsunami tras el terremoto para desdecirse unos minutos después. Todos los habitantes de la costa vieron como el mar se retiraba varios metros y hasta kilómetros, una señal clara de que vendría el maremoto. Pero los marinos entendieron que ya no había peligro. Un episodio que aún está bajo investigación pero que provocó la muerte de la mayor cantidad de personas en la tragedia.

A pocos metros de la base, el capitán mercante Sergio Rodríguez invita a los turistas a hacer “El Tsunami Tour” por la bahía. Subimos a una barcaza típica del sur chileno muy bien provista, junto a un grupo de jóvenes canadienses, dos españoles, chilenos de Santiago, Copiapó y Arica. El paseo es de media hora por los diques dañados, los barcos dados vuelta, la procesadora de pescado semidestruida, los lobos marinos que juguetean en la boya y que el día del terremoto muchos dicen estuvieron avisando lo que se venía con su nerviosismo. Rodríguez cuenta el episodio de la marina y el aviso de tsunami y dice que ahora se está pensando en que el sistema de alerta quede en manos privadas. “Todo pa los privado, po. ¿Y la gente que se quedó sin na’ qué?, es la pregunta indignada, nacional y popular que lanza una señora de Chillán que está haciendo el Tsunami Tour.

Foto: Diario Clarín

Resumen 2010: 27/2

27/2
Por Daniel Arellano

En estos post de resumen del 2010 el último de esta serie me lleva a volver a la madrugada del 27 de febrero de este año, cuando la Naturaleza nos demostró, nuevamente, su inmenso poder y lo pequeños que somos ante ella.

Esa noche un terremoto de 8,8 grados richter azotó la zona centro-sur de Chile. Y no fue cualquier terremoto. Su magnitud lo lleva a ser considerado el quinto más grande desde que se mide la magnitud de un terremoto usando sismógrafos. Para empeorar las cosas no solo fue el terremoto, sino que un tsunami terminó el trabajo de destrucción, principalmente en las costas chilenas.

Casualmente el terremoto me encontró en Cauquenes, pasando unos días de vacaciones junto a mi familia (soy oriundo de esos lados), por lo que me encontré muy cerca del epicentro. En esa noche la magnitud del movimiento no debe haber sido menor a un 8,6 grados en la escala de Richter. Hasta el día de hoy permanecen grabados en mi mente los ruidos de las cosas cayendo, el movimiento, el miedo, la sensación de «hasta aquí no más llegamos».

En esos primeros días, además de ver como una parte importante de la ciudad estaba en el suelo o con daños muy graves, pude apreciar lo mejor y lo peor de nosotros como sociedad. Si bien acá no sufrimos los saqueos que se vieron en Concepción, por ejemplo, si se demostraron otras cosas. Por un lado la solidaridad entre vecinos, donde varios nos ayudamos mutuamente, ya sea con el traslado del agua potable, o bien la extracción de agua desde un pozo (y que permitió lavar platos, usarla en el WC, etc) y, sobre todo, en el apoyo y la comunicación. El saber que no estás solo y que quien está al lado te puede apoyar fue una lección que el terremoto nos entregó. En una sociedad donde el individualismo cada día es mayor, el volver a hablar con tus vecinos (si bien en Cauquenes como ciudad no tan grande es algo que aún no se pierde, como sucede en ciudades con más habitantes), nos demostró que debemos volver a la vida de barrio, esa que la «modernidad» ha sepultado de a poco.

También pude ver la otra cara. La de gente con recursos monetarios y materiales pidiendo ayuda en alimentos o ropa, pese a que podrían haberselas arreglado por si mismos, en lo que encontré el colmo del cinismo y el descaro. La falta de organización de las autoridades, a todo nivel, demostró que ante las emergencias no tenemos un plan claro de como actuar, y que en el futuro, si no tomamos las precauciones correspondientes, volveremos a pasar por problemas como los vistos en esta tragedia.

La reconstrucción ha sido un cuento aparte. Y acá debo ser franco. En Cauquenes la mayor parte de esta ha sido financiada por la misma gente. Cada familia ha debido costear las labores de demolición y la reconstrucción. Es cierto que ha existido ayuda gubernamental, pero esta no ha sido la que realmente se necesita. Algunas casas recién estaban siendo demolidas en Noviembre, existen edificios importantes de la ciudad (incluso patrimoniales) que aún no pueden ser arreglados debido a falta de recursos, y las mediaguas en la ciudad no son pocas, al igual que los sitios eriazos. Por eso creo que decir que esta será una reconstrucción rápida, casi un Record Guiness, es simplemente mentirle a la gente (además piensen que mucha de la reconstrucción la han realizado entidades privadas como el caso de Fundación Levantemos Chile).

¿Aprenderemos de las lecciones que nos dejó el terremoto?. ¿O deberemos ver exactamente lo mismo cuando la Tierra decida sacudirse en otra parte de nuestro país?. Por ahora solo queda pensar que aprenderemos y que la próxima vez no tropezaremos de nuevo con la misma piedra.

Segunda Opinión: Concepción a dos meses del terremoto

Calle centrica Concepción

Concepción a dos meses del terremoto
Por Francisca (Columnista invitada)

De los que vivimos el terremoto soy una afortunada. Aquella noche estaba a más de 600 km del epicentro, venía llegando al departamento que había arrendado para las vacaciones en Reñaca desde la Quinta Vergara, pero no fue más que un fuerte temblor. Yo no supe de televisores en el piso, loza hecha añicos, ni ventanas rotas. Menos de escombros. Ni cuando volví a mi departamento en Santiago supe de esa triste realidad, gracias a Dios.

Sin embargo, toda mi familia vive en Concepción. Sí, papá, mamá y mi hermana menor. Como todos sabemos, esos tres primeros días fueron de incomunicación total. Veía por televisión de saqueos, robos, incendios, y conociendo un poco la realidad de esta ciudad puerto-industrial, podía imaginar mínimamente que la situación era seria. Grave incluso. Luego vino Amaro Gómez Pablos in situ desde el supermercado Líder de la calle Arturo Prat y mis peores temores se hicieron realidad. Esto ya no era el terremoto, era el lumpen empoderado como nunca antes lo habíamos visto en la historia de nuestro país y la Presidenta Bachelet no decretaba el Estado de Excepción.

Puente Viejo, Concepción

De esto ya van dos meses. Quise en muchas ocasiones venir a visitar a mi familia, pero siquiera imaginar a mi Concepción querido en el piso me generaba tanta angustia que me conformé con las visitas de ellos a Santiago para darnos el abrazo que tanto necesitamos. No obstante, acá estoy, y lo que veo no es muy distinto a lo que dejó el remezón el último fin de semana defebrero. La puerta de bienvenida a la comuna de San Pedro de La Paz, desde donde escribo, es el derrumbado edificio Alto Río.

Basta ver las noticias día a día y ver que en la Séptima Región, Constitución específicamente, la reconstrucción avanza. La gente colabora, se construyen mediaguas, escuelas, el “Zafrada”, etc. En Concepción no es así. Lo cierto es que por esta ciudad no ha pasado el tiempo. Con caminar un par de cuadras por el centro se ve que sólo existen órdenes de demolición, edificios deshabitados, rumas y rumas de escombro en cada cuadra, pero no hay reparaciones. ¿Por qué? Porque la intendenta hizo un cambio de mando radical con el ex mandatario del Bío Bío y no tiene equipo para afrontar la magnitud de esta catástrofe. De buenas fuentes al interior del ex Gobierno Regional, sé que la Sra. Jacqueline van Rysselberghe ha trasladado en comisión de servicio a gran cantidad de funcionarios del municipio y que no ha aceptado aportes del equipo que mantenía Jaime Tohá. No es lo mismo administrar una municipalidad que una región en ruinas, Señora Intendenta.

La Polar, Concepción

Barricadas

Entre conversaciones de sobremesa se escucha de todo, “esto era como vivir en una verdadera guerra”,”había que matarlos a todos”, “los milicos amarraban a los pungas y los iban a pasear a las poblaciones para que supieran que les pasaría a ellos si seguían saqueando”. Frases fuertes. Imposible siquiera poder imaginar lo que realmente ocurrió. Cada esquina te muestra que quizás, efectivamente, no sólo vivieron un terremoto, sino una guerra; todas tenían las marcas de las fogatas y quemas de neumáticos para armar las barricadas de sus cuadras y entre vecinos protegerse.

Hoy Concepción ya no tiene militares circulando. Pero se siente el temor en la gente. Cada pequeña réplica los hace esperar el remezón más fuerte. El trauma post terremoto acá no ha pasado.

Torre O'Higgins, Concepción

Pasé cuatro días acá y sólo tuve ánimo de ver Concepción un par de horas. Quedé con el corazón estremecido por ver a mi ciudad que nunca más sería la que dejé en noviembre de 2009. Las vías, las rutinas, todo se fue aquella madrugada del 27 de febrero. Sólo espero que las autoridades se pongan de una buena vez la camiseta y empiecen a poner de pié esta hermosa región. Si hablamos que la reconstrucción tomará años, empecemos esos años lo antes posible y quitemos de nuestras retinas la Torre O’Higgins y el Alto Río: comencemos a limpiar la casa, porque nuestro espíritu lo merece.